miércoles, 11 de abril de 2012

Trazar una línea

Uno que conozco le pregunto a una que no conozco de qué modo podía entrenar su capacidad de influencia. El quería ejercicios para que sus recursos de manipulación fueran más potentes.

Ella se fregó las manos y le dijo que acercara su silla.

“En algún lugar de esta o otra ciudad, un lugar donde nadie conozca tu cara, busca una callejuela secundaria; no debe ser muy transitada ni tampoco un pasaje desierto. Yo te recomiendo que escojas algún momento de la tarde, entre las 17h i las 18h para empezar la práctica, pero mientras no sea noche cerrada o madrugada o mediodía, va bien cualquier momento.

Plántate en medio de la callejuela y, como si fueras uno de esos caballeros medievales que guardaban un puente, tu tarea será evitar que nadie pase por ahí; exceptuando algún tipo de agente público, quizás…eso lo dejo a tu criterio.

También tú deberás elegir las estratagemas que seguirás para llevar a cabo este cometido…”

El se rascaba la barbilla con la mano y su ceño fruncido enmarcaba una mirada de inseguridad. Preguntó si podía ir acompañado.

“Por supuesto, podéis ser dos, a lo sumo tres, pero no más. Como decía, deberás elegir como hacerlo. Según sean tus actuales puntos fuertes y el tipo de situación, puedes recurrir a la disuasión directa, a la amenaza, al engaño, a la violencia controlada, a la sinceridad o a la distorsión y el ilusionismo…Pero nadie debe cruzar ese paso durante tres horas

Ella esbozó una afilada sonrisa viendo el rostro dubitativo de su interlocutor. El asintió y se removió en la silla. Le dijo a ella que a todas luces aquel tipo de ejercicio parecía tener su extraña lógica. Estuvo un momento en silencio y luego preguntó si cualquier día de la semana era oportuno.

“Cualquiera de los considerados laborables, y puedes realizarlo cuantas veces creas oportuno, pero piensa que esto es como una piedra de afilar…”, respondió.

El empezó a quejarse de que esos días él tenía que acudir a su puesto trabajo y no podría organizar la diversión. Ella le interrumpió colocando una mano sobre su hombro.

“¿Y me preguntabas por un ejercicio para ganar poder de influencia? Te sugiero que empieces por conseguir ser tu propio jefe. Muchos filósofos no prestan la adecuada atención al hecho de ser autónomos financieramente, menospreciando equivocadamente a las misteriosas fuerzas que participan en el trasfondo de la vida económica”