El orfebre trata de amalgamar una serie de aspectos para crear una aleación superior a la suma de las cualidades unidas. Trata de reconciliar oposiciones en apariencia incompatibles. Dado que el objeto del Arte se halla tanto dentro del operante como fuera, la “obra” se extiende y amplia a toda la naturaleza, al cosmos, como proceso de perfeccionamiento a través de la intuición áurea del orfebre.
El Arte Trascendente, abre las puertas de lo psicológico a experiencias de orden numinoso, que logran superar la dualidad objetivo/subjetivo. El orfebre apela al lumen naturae, entendida a modo de energía subyacente al cosmos que no solamente coliga entre sí los distintos fenómenos, sino que se halla en el interior del ser humano como Inteligencia Íntima de los Arcanos, la cual permite la mutatio mentalis, que trasciende la condición causalmente corpórea.
Paracelso hablaba de un misterioso centro en el ser humano, una especie de entendimiento áureo, el cual se halla ligado con aspectos trascendentales del cosmos. Ese misterioso Punctum Solis, asociado con la obtención de
Hay en nosotros a potencia de un Sol Invisible que muestra analogía con el Sol terrestre. Esa estrella elemental hunde el centro de su ojo en el corazón secreto de mujeres y hombres, a modo de calor mágico con la capacidad de Iluminar. La imago numen en nosotros es un punto ígneo que, como todo lo numinoso, puede presentar aspectos peligrosos, pero también poderes inimaginables…
Según Fulcanelli en sus Moradas Filosofales:
“…El oro abre las puertas cerradas. Todo el mundo lo sabe. No se trata aquí del oro corruptor, sino, del episodio mito hermético que encierra la fábula de Júpiter y Danae. Los poetas cuentan que esta princesa, hija del rey de Argos, Acrisio, fue encerrada en una torre porque un oráculo había anunciado a su padre que sería muerto por su nieto. Pero los muros de una prisión, por espesos que sean, no pueden constituir un obstáculo serio para la voluntad de un dios. Zeus, gran amante de aventuras y metamorfosis, siempre preocupado de burlar la vigilancia de Hera y de extender su progenie, reparó en Danae. Poco escrupuloso en cuanto a escoger el medio, se introdujo junto a ella en forma de lluvia de oro y, al expirar el plazo requerido, la prisionera puso en el mundo un hijo que recibió el nombre de Perseo. Acrisio, muy descontento de esta noticia, mandó encerrar a la madre y al niño en un cofre que se arrojó al mar. Arrastrado por las corrientes hasta la isla de Serifea, unos pescadores recogieron la singular embarcación, la abrieron y presentaron el contenido al rey Polidecto, el cual recibió con generosa hospitalidad a Danae y a Perseo. Bajo esta mirífica historia se esconde un importante secreto: el de la preparación del sujeto hermético o materia prima de
Este dios aparece, pues, como la personificación del agua, de un agua capaz de penetrar los cuerpos, de un agua metálica puesto que es de oro o, al menos, dorada. Es exactamente el caso del disolvente hermético el cual, tras fermentación en un barril de encina, toma, en la decantación, el aspecto del oro líquido.
El autor anónimo de un manuscrito inédito del siglo XVIII escribe sobre este particular: «Si dejáis discurrir esta agua, veréis con vuestros propios ojos el oro brillando en su primer ser, con todos los colores del arco iris.» La unión misma de Zeus y Danae indica cómo debe ser aplicado el disolvente. El cuerpo, reducido a fino polvo y puesto en digestión con una pequeña cantidad de agua, es, a continuación, humedecido e Irrigado poco a poco, a medida que se va absorbiendo, técnica ésta que los sabios llaman imbibición. Se obtiene así una pasta cada vez más blanda que se vuelve siruposa, oleosa y, por fin, fluida y limpia. Sometida entonces, en ciertas condiciones, a la acción del fuego, parte de ese licor se coagula en una masa que cae al fondo y que se recoge con cuidado. Ese es nuestro precioso azufre, el niño recién nacido, el Reyecito y nuestro delfín , pez simbólico llamado por otro nombre echeneis, rémora o piloto, Perseo o pez del mar Rojo, etc..."