Aún sumido en las brumas del ensueño, sientes un pinchazo
en tu cuello que te devuelve la conciencia de tu cuerpo. Tus párpados se abren
lentamente captando la blancura de la habitación acolchada. La inmovilidad de
tus brazos sujetos por la camisa de fuerza tensa tus nervios y te obliga a
respirar con la boca abierta tratando de recuperar la serenidad. Es entonces
cuando ves una mancha negra a tu lado, dudas de si se trata de otra de tus
alucinaciones… “¿Por donde narices ha entrado ese enorme cuervo?”
- Hola- dices enfocando la mirada en los ojos oscuros y
profundos del cuervo
-
Hola- responde el pájaro con una voz rasposa
De un salto te pones de pie. Tu corazón late con fuerza.
“¿Por qué me asusto?, esta no es la primera vez que algo así me sucede”
El pájaro sacude su afilada cabeza y
grazna:
-
Si te das la vuelta, veré si puedo desabrocharte eso
Sonríes y te giras lentamente. Sientes en tu espalda unas
garras que se te agarran a los pliegues de la camisa y unos tirones bruscos a
la altura de la correa de sujeción. “Bienvenida sea una alucinación que puede
liberarme de mis ataduras” piensas dudando de si en realidad estás despierto.
-
Ya está- dice el cuervo
Sientes que las mangas que te apresaban se aflojan y se
deslizan fláccidamente. Te giras con la intención de dar las gracias al
misterioso pájaro pero, en cuanto te das la vuelta, te quedas pasmado al
contemplar la habitación vacía.
En ese momento escuchas unos pasos en el pasillo de
afuera. Te das prisa en colocarte en uno de los rincones invisibles desde la
mirilla de la puerta y te quitas de encima la maldita camisa de fuerza. La puerta se abre, tu corazón se acelera,
aprietas los dientes…
El tiempo parece ralentizarse. A cámara lenta aparecen un
médico y uno de los fornidos matones del sanatorio llevando una botella de agua
y la típica colección de pastillas. El doctor alza lentamente la mirada del bloc
de anotaciones y te observa desconcertado. Es extraño, por una fracción de
segundo no advierten lo que sucede; hasta
que ven tu afilada sonrisa y se dan cuenta de tienes los brazos libres…El
celador deja caer la bandeja con el agua y las pastillas.
El tiempo se acelera de nuevo. De improviso saltas hacia
delante descargando un fuerte codazo en la cara del doctor que va a parar al
otro lado de la habitación con la nariz sangrando.
El fornido auxiliar se abalanza sobre ti, pero fintas a
un lado y le lanzas un brusco gancho de derecha dirigido a su oreja. El tipo
tiene reflejos pues alza a tiempo su codo para bloquear tu golpe a la vez que te
ataca con un potente directo.
Con un movimiento oblicuo de tus dos brazos desvías su acometida
y, aprovechando el agujero en su guardia, le sueltas un rápido revés con el
canto de tu puño que restalla en su cara haciéndole tambalear. Sin perder un
instante descargas un poderoso uppercut que lo derriba y lo deja tirado en el
suelo.
Resoplas cansado por el esfuerzo. La luz de la habitación
zumba y parpadea generando espectrales diapositivas de la escena.
El doctor no está, ves un rastro de gotas de sangre que
desaparece tras la puerta. “Maldita sea, el cabrón la ha cerrado…” Sabes que
debes darte mucha prisa, pronto vendrán muchos con sus porras eléctricas.
Coges el llavero del celador y rápidamente pruebas varias
llaves hasta lograr abrir la puerta y salir al corredor.
Oyes voces y pasos precipitados tras de ti mientras comienzas
a correr a toda velocidad. Los sensores fotoeléctricos encienden secciones del
pasillo a medida que avanzas.
Ves allá delante un rótulo rojo que pone “salida de
emergencia” y corres hacia allí mientras rebuscas entre el amasijo de llaves.
Resoplando y precipitadamente decides probar con la única llave de color rojo.
“¡Premio!”. La puerta se abre dando paso al frío viento de la noche. Cierras la
puerta tras de ti, introduces de nuevo
la llave y la doblas rompiendo su extremo que queda encajado en la cerradura.
La ciudad aúlla a tu alrededor. Estás sobre una escalera
de correoso metal a tres pisos de altura. El viento trae consigo algunos copos
de nieve que te salpican la cara. Bajas los escalones de dos en dos hasta
llegar a la calzada nevada…
Continuará