lunes, 14 de mayo de 2012

Eix.:.Fábula


Aún sumido en las brumas del ensueño, sientes un pinchazo en tu cuello que te devuelve la conciencia de tu cuerpo. Tus párpados se abren lentamente captando la blancura de la habitación acolchada. La inmovilidad de tus brazos sujetos por la camisa de fuerza tensa tus nervios y te obliga a respirar con la boca abierta tratando de recuperar la serenidad. Es entonces cuando ves una mancha negra a tu lado, dudas de si se trata de otra de tus alucinaciones… “¿Por donde narices ha entrado ese enorme cuervo?”

-   Hola- dices enfocando la mirada en los ojos oscuros y profundos del cuervo
-         Hola- responde el pájaro con una voz rasposa

De un salto te pones de pie. Tu corazón late con fuerza. “¿Por qué me asusto?, esta no es la primera vez que algo así me sucede”

El pájaro sacude su afilada cabeza y grazna:

-         Si te das la vuelta, veré si puedo desabrocharte eso

Sonríes y te giras lentamente. Sientes en tu espalda unas garras que se te agarran a los pliegues de la camisa y unos tirones bruscos a la altura de la correa de sujeción. “Bienvenida sea una alucinación que puede liberarme de mis ataduras” piensas dudando de si en realidad estás despierto.

-         Ya está- dice el cuervo

Sientes que las mangas que te apresaban se aflojan y se deslizan fláccidamente. Te giras con la intención de dar las gracias al misterioso pájaro pero, en cuanto te das la vuelta, te quedas pasmado al contemplar la habitación vacía.

En ese momento escuchas unos pasos en el pasillo de afuera. Te das prisa en colocarte en uno de los rincones invisibles desde la mirilla de la puerta y te quitas de encima la maldita camisa de fuerza.  La puerta se abre, tu corazón se acelera, aprietas los dientes…
El tiempo parece ralentizarse. A cámara lenta aparecen un médico y uno de los fornidos matones del sanatorio llevando una botella de agua y la típica colección de pastillas. El doctor alza lentamente la mirada del bloc de anotaciones y te observa desconcertado. Es extraño, por una fracción de segundo no advierten  lo que sucede; hasta que ven tu afilada sonrisa y se dan cuenta de tienes los brazos libres…El celador deja caer la bandeja con el agua y las pastillas.

El tiempo se acelera de nuevo. De improviso saltas hacia delante descargando un fuerte codazo en la cara del doctor que va a parar al otro lado de la habitación con la nariz sangrando.
El fornido auxiliar se abalanza sobre ti, pero fintas a un lado y le lanzas un brusco gancho de derecha dirigido a su oreja. El tipo tiene reflejos pues alza a tiempo su codo para bloquear tu golpe a la vez que te ataca con un potente directo.
Con un movimiento oblicuo de tus dos brazos desvías su acometida y, aprovechando el agujero en su guardia, le sueltas un rápido revés con el canto de tu puño que restalla en su cara haciéndole tambalear. Sin perder un instante descargas un poderoso uppercut que lo derriba y lo deja tirado en el suelo.

Resoplas cansado por el esfuerzo. La luz de la habitación zumba y parpadea generando espectrales diapositivas de la escena.
El doctor no está, ves un rastro de gotas de sangre que desaparece tras la puerta. “Maldita sea, el cabrón la ha cerrado…” Sabes que debes darte mucha prisa, pronto vendrán muchos con sus porras eléctricas.

Coges el llavero del celador y rápidamente pruebas varias llaves hasta lograr abrir la puerta y salir al corredor.
Oyes voces y pasos precipitados tras de ti mientras comienzas a correr a toda velocidad. Los sensores fotoeléctricos encienden secciones del pasillo a medida que avanzas.  
Ves allá delante un rótulo rojo que pone “salida de emergencia” y corres hacia allí mientras rebuscas entre el amasijo de llaves. Resoplando y precipitadamente decides probar con la única llave de color rojo. “¡Premio!”. La puerta se abre dando paso al frío viento de la noche. Cierras la puerta tras de ti,  introduces de nuevo la llave y la doblas rompiendo su extremo que queda encajado en la cerradura.

La ciudad aúlla a tu alrededor. Estás sobre una escalera de correoso metal a tres pisos de altura. El viento trae consigo algunos copos de nieve que te salpican la cara. Bajas los escalones de dos en dos hasta llegar a la calzada nevada…

Continuará