En el tratado De Mysteriis Aegyptiorum, de Jámblico, encontramos la expresión más exacta del pensamiento del filósofo de Calcis, y se advierte que las ideas en él vertidas se hallan en perfecta consonancia con las que se hallan en su Vida de Pitágoras y en su Protrepticus o Exhortación a la Filosofía. Los dioses griegos, romanos, egipcios, persas y orientales, todos hallan cabida, razón suficiente y justificación en el Universo de Jámblico: sólo el concepto monoteísta de los cristianos queda excluido de la honorable sociedad divina. Amalgamando y poniendo a contribución las Ideas de Platón, las formas substanciales o entelequias de Aristóteles y los números de Pitágoras, distinguía tres clases u órdenes de dioses:
a) Los dioses intelectuales (las Ideas platónicas)
b) Los dioses suprasensibles o superiores al mundo visible (los Números de Pitágoras)
c) Los dioses inmanentes en el mundo (las Formas de Aristóteles), los cuales son inferiores al Primordial Hyper Numen, de la cual emanan por series ternarias y en escala descendente.
En el misticismo psíquico y práctico de Jámblico, después de presentar a la vista del lector el proceso cosmogónico del Ser, siguiendo paso a paso esa serie apenas aprensible de dioses, de demiurgos y logos, de demonios, de ángeles, de genios buenos y malos, de héroes de todas las clases, el representante del neoplatonismo sirio entra en minuciosos detalles sobre los medios de ponerse en comunicación con esos dioses y mundos superiores. La purificación del alma por medio de la abstracción de las cosas mundanas, la discriminación, las expiaciones, las invocaciones, las palabras misteriosas, las prácticas sagradas, la inspiración, el éxtasis, la inspiración poética, hasta llegar a la Conversación con lo Divino inmanente, todo se halla descrito y recomendado por Jámblico. «El que evoca lo Numinoso, se dice en el libro De Mysteriis Aegyptiorum, ve algunas veces un soplo que restalla o se insinúa, por medio del cual es instruido y nutrido místicamente. El hombre que recibe esta comunicación misteriosa, percibe como una especie de rayo luminoso, el cual es percibido alguna vez por los que están a su lado, y anuncia la presencia de un ArchaDaemon. Los hombres experimentados en estas prácticas, conocen por ciertas señales (quo ex signo in his rebus periti, verissime discernunt, quae sit potestas Numinis, quis ordo, et de quibus vera loquatur) la verdad, el poder y el rango de este Dios, las cosas sobre que puede instruirnos, las fuerzas o virtud que puede comunicarnos... Pero no basta haber aprendido a discernir estas señales; es preciso saber, además, en qué consiste esta inspiración. No procede esta inspiración de los genios, sino de los dioses mismos, y hasta es superior al éxtasis, el cual es más bien un accidente y consecuencia de la misma…
Es en el tratado De Mysteriis donde Jámblico hace referencia a Baphomet en unos términos que recuerdan a la Noche de los Órficos. Las generaciones divinas son precedidas por los seres inengendrados: La Noche ( Nox ), Caos, Erebo y Tártaro; las generaciones están iniciadas por la Noche, al parir el Huevo cosmogónico de cuya fecundación nace Eros; y a esta primera generación le siguen otras cinco, indicadas por Platón, que omite especificar la última. Entonces tenemos: cuatro principios inengendrados, de los cuales Nox se convirtió en generadora de una generación inicial asexuada; un segundo (el Caos), concurrió con Eros a la primera generación sexuada y los otros dos funcionan como asiento de las generaciones y de los acoplamientos. Sucesivamente se presenta la siguiente serie de las generaciones: 1) Huevo-Eros; 2) Urano y Gea; 3) Océano y Tetis; 4) Cronos, Rea y los hermanos; 5) Zeus, Era y hermanos; 6) Dionysos, con el cual "se interrumpe el orden del canto".
Según otras versiones Noche y Caos se asimilarían en Nox que en los infinitos rincones de Erebo, engendró el primero de entre todos los Huevos de negras alas, y de este huevo, fecundado por los vientos, nació, en el cumplimiento del tiempo, Eros, el Dios de áureas alas, semejante a los torbellinos rápidos como el viento. Y unido en el amplio Tártaro, con el Caos de alas tenebrosas, incubó y dio a luz la primera generación de los inmortales. No existían (otros) Dioses, antes de que Eros mezclase todas las cosas. Pero, al mezclarlas, nació Ouranos, Océano, Gea y toda la estirpe inmortal de los bienaventurados…
( En la versión de Apuleyo donde Eros es hijo de Afrodita Urania encontramos una trasposición de elementos donde el Bienaventurado nace de una diosa Titánide de naturaleza eminentemente caótica )
Lectura recomendada:
“El Pensamiento Antiguo”
de Rodolfo Mondolfo