Cuando uno no lleva a cabo un acto por temor a las consecuencias es porque, de un modo u otro, sabe que no será capaz de hacer frente a la concatenación de eventos que se derivarán de dicho acto.
Entonces uno puede hacerse aún más fuerte para soportar “lo que venga” o moverse en diagonal y usar el sigilo y el encubrimiento.
En la más pura tradición de las partidas de R.K. teutones o los ninja japoneses, uno puede aprender el uso de tácticas de actuación furtiva, artificiosa, ladina, que encubra el acto que uno pretende llevar a cabo bajo una máscara nebulosa e impredecible.
Ya hay literatura al respecto y algunos sitios donde aún se puede aprender los modos furtivos en su aspecto más técnico…Pero un punto clave que frecuentemente queda descuidado es el que hace referencia a la necesidad de que la gente, excepto personas de mucha confianza, no sepa exactamente quien eres ni donde vives. Es necesario tejer un neblinoso manto a tú alrededor que borre cualquier tipo de fijación que te ate excesivamente al mundo cotidiano y por ello te reste poder y capacidad táctica.
Si pretendes llevar a cabo una acción furtiva, saldrás rápidamente de un lugar indeterminado y luego desaparecerás en la bruma.
Así como en el propio combate, en otro tipo de actos también se hace preciso actuar originalmente, eficientemente, inesperadamente…sin someterse a los patrones “rituales” de amenaza y contienda. Por ejemplo, debes ser capaz de descargar un codazo a tu contendiente mientras tu rostro aún esboza una inocente sonrisa…
También me gustaría decir que la crueldad me parece despreciable, sucia e indigna de alguien que pretende ser una entidad autónoma. Aquí, los que saben de las fuerzas asúricas, comprenden que todo acto cruel está sometido a un patrón de posesión y no de libertad.
Si uno quiere ser destructivo ( que no tiene nada que ver con ser cruel ) , debe comprender primero que la destrucción es pureza, destreza, eficiencia y vacío, y, dentro de lo posible, debería llevarse a cabo con un elevadísimo grado de precisión y limpieza.