Nuestra
querida Europa debe recuperar su carácter, re-conectarse con su
espíritu...
¿Cual
sería ese charakter de Europa, de sus pueblos, que deberíamos
invocar de nuevo ahora? A mi modo de ver, es evidente que necesitamos
más que nunca recuperar aquella esencia Fáustica, aquel anhelo
desafiante de saber y de poder; ese dinamismo que, habiendo captado
la esencia del mundo, lucha apasionadamente por trascender todos los
límites concebibles en su búsqueda de lo sublime.
“La
idea fáustica es la de una fuerza sin cesar en acción contra los
obstáculos, la lucha se convierte en la esencia misma de la vida;
sin ella, la existencia personal está desprovista de sentido, y sólo
pueden ser alcanzados los valores más ordinarios; el hombre fáustico
se forma en el enfrentamiento y sus
aspiraciones rechazan los límites, son infinitas”
Balandier
G.
La
cultura fáustica se caracteriza por su naturaleza imperativa que
siempre va más allá en la búsqueda de nuevas posibilidades,
negándose a aceptar los límites...Su anhelo es más el gozo del
Infinito que la Eternidad.
Es
este carácter que cada europeo debería invocar en su interior:
aquella antigua inspiración que se acerca a lo trascendente mediante
la tempestad y el empuje, mediante la exploración y la vindicación,
mediante el imparable ansia de saber y de poder...mediante el gozo
por la Praxis. Ese carácter intrépido que resuelve las dualidades y
dicotomías de la vida mediante una reconciliación enantiodrómica
de las fuerzas de la naturaleza, de la psique y del cosmos.
Pero
actualmente hay quien ha olvidado esa esencia cultural y se ha sumido
en la flacidez y el abotargatamiento materialista y plebeyo. ¡Basta
ya de esa estupidez enfermiza y pusilánime!
El
europeo debe, de nuevo, rescatar de su memoria al artista visionario
- tan sublime como siniestro -, al guerrero conquistador y al
desafiante creador de imperios que se acerca violentamente a las
esferas celestes...Debe atreverse de nuevo a tratar con ese ancestral
y mefistofélico Daimón como principio activador de su pasión
creativa y trascendente, que en última estancia le acerca al
insondable camino de los dioses...
“Escrito
está. «Al principio era el Verbo.» ¡
Aquí
me paro ya!¿Quién me ayudará a seguir adelante? No puedo hacer tan
imposiblemente alto valor del Verbo; tendré que traducirlo de otro
modo, si el espíritu me ilumina bien.
Escrito
está: «En el principio era la mente.»
Medita
bien esta línea, de suerte que tu pluma no se precipite. ¿Es en
verdad la mente la que todo lo hace y crea?
Debiera
decir: «En el principio era la fuerza.» Pero, no obstante, al
escribirlo así, algo me advierte que no me quede en ello.
Me
socorre el espíritu.
De
pronto veo claro y osadamente escrito: «En el principio era la
acción»”
Del
Fausto de Goethe