lunes, 26 de mayo de 2014

Anotaciones 26052014

#1
Entiéndase que la gnosis no es algo a lo que el buscador accede como mero receptor pasivo del objeto de su búsqueda, sino que para tener acceso a esa fuerza viva, el buscador debe transformarse a sí mismo en algo distinto. Así pues no podemos decir que existe un objeto de vida y sabiduría separado del propio sujeto que lo busca.
En este proceso de endura y épiméleia por el que nos convertimos en nuestra propia obra de arte, el buscador se disuelve a sí mismo y se reconstruye a sí mismo -con lo que se ha “salvado”- a través de diferentes esquemas de reconocimiento. Este reconocimiento de la physis de uno mismo, del mundo y de los dioses es generador y destilador de Ethos ( Ethopoiein ) .__.-._..-_.--.-..__-.-_.--.._.__.--.._-._.-- y requiere de una serie de prácticas específicas destinadas a cambiar el modo de ser del buscador, esto es: una “tecnología de la vida” que nos permita imbuirnos de esta gnosis (acausal?).
Vale la pena aclarar que para la antigua cultura greco-latina, el concepto de la ética no estaba vinculado a la ley, sino a la cuestión principal de comprender en qué medida el hecho de conocer lo que es harmonioso puede permitir al sujeto, no solamente actuar como debe actuar, sino ser como quiere ser.
Foucault deduce del Alcibíades de Platón que esta tecnología de la “épiméleia heautou” posee tres elementos clave:

-La práctica de la concentración del alma: el alma en tanto que sujeto agente, en tanto que sujeto de acción eficaz que, mediante la “chresis” y la pasión, se sirve de diversos intrumentos como su cuerpo, la naturaleza, el lenguaje, la sociedad, etc...

-La práctica de la Anacoresis: “...Prácticas como ritos de purificación, necesarios para el contacto con los dioses y para que pudiesen decirnos la verdad; las técnicas de concentración del alma, para evitar la dispersión del alma debido a las perturbaciones externas, ausentarse in situ, dentro del mundo...” (La Hermenéutica del Sujeto, de Michel Foucault )

-La práctica del endurecimiento y Ascesis ( Asketés - ἀσκητής , referente al que practica un arte o es un atleta): no como una renuncia sino como un medio para lograr algo, para volverse fuerte, hábil y capaz de resistir los embates del destino

#2
Pero alguien verdaderamente honesto y con algo de experiencia “ahí afuera” no se engaña, no demanda excesiva seguridad para su cotidianidad...pues nada es seguro, todo puede dar un giro inesperado y atraparte en un remolino que requiera de lo mejor de ti mismo para sobrevivir. En ese momento crucial, puede que el espacio y el tiempo se compriman en una situación unívoca y puede que uno se encuentre a sí mismo defendiendo los últimos muros de su plaza interior.

Hasta un cierto punto, la inseguridad cambiante y el desafío son de las pocas cosas que uno puede dar por hecho. De este modo, lo mejor es desarrollar una actitud de sobriedad y desapego...Cuando no sabemos si mañana estaremos “aquí” ( donde quiera que sea eso ), es mejor no obsesionarnos con pueriles cargas. Si dependes de une excesiva seguridad, el pánico se apoderará de ti a poco que algo inesperado te avasalle....estarás tenso, temeroso, enfadado....

Es mejor ejercitarse en la serenidad perspicaz y el vigor que fluye, para ser capaz de sonreír ante el averno. Aprender este fluir, esta eficiencia sobria y espartana nos hace capaces de mirar a las alas de la muerte y “pillarla al vuelo”.


#3

miércoles, 21 de mayo de 2014

Rima V ... Gustavo Adolfo Bécquer




Gustavo Adolfo Bécquer

-Rima V-

Espíritu sin nombre, 
indefinible esencia, 
yo vivo con la vida 
sin formas de la idea. 

Yo nado en el vacío, 
del sol tiemblo en la hoguera, 
palpito entre las sombras 
y floto con las nieblas. 

Yo soy el fleco de oro 
de la lejana estrella, 
yo soy de la alta luna 
la luz tibia y serena. 

Yo soy la ardiente nube 
que en el ocaso ondea, 
yo soy del astro errante 
la luminosa estela. 

Yo soy nieve en las cumbres, 
soy fuego en las arenas, 
azul onda en los mares 
y espuma en las riberas. 

En el laúd, soy nota, 
perfume en la violeta, 
fugaz llama en las tumbas 
y en las ruïnas yedra. 

Yo atrueno en el torrente 
y silbo en la centella, 
y ciego en el relámpago 
y rujo en la tormenta. 

Yo río en los alcores, 
susurro en la alta yerba, 
suspiro en la onda pura 
y lloro en la hoja seca. 

Yo ondulo con los átomos 
del humo que se eleva 
y al cielo lento sube 
en espiral inmensa. 

Yo, en los dorados hilos 
que los insectos cuelgan 
me mezco entre los árboles 
en la ardorosa siesta. 

Yo corro tras las ninfas 
que, en la corriente fresca 
del cristalino arroyo, 
desnudas juguetean. 

Yo, en bosques de corales 
que alfombran blancas perlas, 
persigo en el océano 
las náyades ligeras. 

Yo, en las cavernas cóncavas 
do el sol nunca penetra, 
mezclándome a los gnomos, 
contemplo sus riquezas. 

Yo busco de los siglos 
las ya borradas huellas, 
y sé de esos imperios 
de que ni el nombre queda. 

Yo sigo en raudo vértigo 
los mundos que voltean, 
y mi pupila abarca 
la creación entera. 

Yo sé de esas regiones 
a do un rumor no llega, 
y donde informes astros 
de vida un soplo esperan. 

Yo soy sobre el abismo 
el puente que atraviesa, 
yo soy la ignota escala 
que el cielo une a la tierra, 

Yo soy el invisible 
anillo que sujeta 
el mundo de la forma 
al mundo de la idea. 

Yo, en fin, soy ese espíritu, 
desconocida esencia, 
perfume misterioso 
de que es vaso el poeta.


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