Caminaba por la exposición mirando
las obras expuestas a derecha e izquierda, cuando de pronto, mi visión
periférica se vio atraída por una escultura, una obra cinética – una especie de
rejas superpuestas con diferentes ángulos de desfase - de metal bruñido que
estaba encajada discretamente en el techo, a modo de enigmática ventana ( no era algo que colgara y descendiera, como una
lámpara…). Me quedé un rato observando esa escultura, y poco a poco me di cuenta que
nadie, o casi nadie advertía su presencia. Leían la descripción sobre la obra y
el autor que había colgada en la pared adyacente pero no se les ocurría alzar
la mirada, tan solo giraban la cabeza a su alrededor confundidos. La gente prestaba
atención solamente lo que estaba dispuesto en su plano de visión usual.
Pensé que esa forma de
actuar era paradigmática…Como si, a través de una costumbre largamente
establecida, las personas pudieran tocar y relacionarse sólo con los suelos y
las paredes; de este modo, los objetos del techo y del cielo llegan a ser,
eventualmente, invisibles…Tal vez los
grandes Abismos comienzan en los techos y no en el suelo
Estuve espiando desde un discreto rincón la escultura encajada tan disimuladamente, sonriendo, pensando
que quizás estaba dando demasiado significado a una tontería… y que aquellos
techos eran exageradamente altos y con diferentes niveles…y ( como supe después ) el director de la
galería y el autor estaban experimentando con una disposición exótica...El caso
es que mientras estuve allí, solamente cinco personas de todo un barullo de
gente fueron capaces de captar la
existencia de esa obra extrañamente dispuesta.
Así sucede con cierto
conocimiento y ciertas percepciones. Con gran frecuencia se puede decir que la
gente hace suposiciones – tales como “no hay nada en el techo”- que no intenta
verificar por sí misma. Hay una enseñanza, un entrenamiento, diseñado para atraer la atención de forma persistente hacia
la postura de “hay algo ahí” más allá de mi concepción ordinaria que puedo descubrir...