Azufre, Mercurio y Sal
El primero es considerado como un principio activo o masculino, el segundo como un principio pasivo o femenino; en cuanto a la sal, es neutra en cierto modo, como corresponde al producto de los dos complementarios, en el cual se equilibran las tendencias inversas inherentes a sus naturalezas respectivas.
AZUFRE = ACTIVIDAD
Se puede decir que el azufre, cuyo carácter activo hace que se le asimile al de la actividad interna, que se considera que se irradia a partir del centro mismo del ser. En el hombre, o por semejanza con éste, tal fuerza interna suele identificarse en cierta forma con el poder de la voluntad; esto, por otra parte, sólo es exacto a condición de entender la voluntad en un sentido mucho más profundo que en el sentido psicológico corriente, y de análoga manera a aquella en que se puede hablar, por ejemplo, de "voluntad divina", o según la terminología extremo-oriental, la "voluntad del cielo", puesto que su origen es propiamente central, mientras que todo cuanto la psicología considera es simplemente periférico" y no corresponde sino a modificaciones superficiales del ser.
Además si mencionamos aquí la "voluntad de cielo" es a propósito, pues el azufre, por su interioridad pertenece a la categoría de las influencias celestiales; y en lo que concierne a su identificación con la voluntad, se puede decir que, si bien no es verdaderamente aplicable al caso del hombre corriente (que la psicología toma exclusivamente como objeto de estudio), está plenamente justificada, por el contrario, en el hombre verdadero, que se sitúa en el centro del todo y cuya voluntad como consecuencia, está necesariamente unida a la "voluntad del cielo".
MERCURIO = PASIVIDAD
En cuanto al mercurio, su pasividad le hace ser considerado como principio húmedo, y se considera que reacciona desde el exterior, de suerte que en este aspecto desempeña el papel de fuerza centrípeta y comprensiva, que se opone a la acción centrifuga y expansiva del azufre y en cierta manera la limita. Por todos estos caracteres respectivamente complementarios: actividad y pasividad; interioridad y exterioridad; expansión y comprensión, en relación al lenguaje extremo-oriental, el azufre es yang y el mercurio yin; y que, si al primero se lo relaciona con el orden de las influencias celestiales, al segundo se lo ha de relacionar con el de las influencias terrenales. No obstante, hay que fijarse bien que en el mercurio no se sitúa en la esfera corporal, sino en la esfera sutil o "anímica"; en razón de su exterioridad, se puede considerar que representa el "ambiente", debiendo concebirse este último como el constituido por el conjunto de las corrientes de la doble fuerza cósmica.
INFLUENCIAS OPUESTAS
De la acción interior del azufre y la reacción exterior del mercurio resulta una especie de cristalización que determina un límite común al interior y exterior, o una zona neutra en la que se encuentran y se estabilizan las influencias opuestas que proceden respectivamente de uno y otro; el producto de esa cristalización es la sal que se representa por el cubo, en cuanto éste es a la vez el tipo de la forma cristalina y el símbolo de la estabilidad.
Precisamente porque, en cuanto a la manifestación individual de un ser, señala la separación del interior y el exterior, este tercer término constituye para ese ser como una envoltura por la que a la vez está en contacto con el ambiente en cierto aspecto y aislado de éste en otro aspecto; en esto corresponde al cuerpo, que efectivamente desempeña este papel "terminante" en un caso como el de la individualidad humana.
RELACIÓN ESPÍRITU Y ALMA
Por otra parte es evidente la relación del azufre con el espíritu y del mercurio con el alma; y la sal en cuanto es, no diremos idéntica pero al menos comparable con el cuerpo, ocupa la misma posición extrema que al ámbito de la manifestación grosera; pero, en otro aspecto, la situación respectiva de estos dos términos aparece como inversa de aquella, es decir la sal se convierte en término medio.
Este último punto de vista es el más característico de la concepción específicamente hermética del ternario que se trata, a causa del papel simétrico que da al azufre y mercurio: la sal es entonces intermedia entre ellos, en primer lugar porque es como un resultante, y luego se sitúa en el propio límite de los dos ámbitos "interior" y "exterior" a los que respectivamente corresponden; es "terminante" en este sentido, podríamos decir, aún más que con respecto al proceso de la manifestación, aunque en realidad lo sea a la vez en ambas formas.
Esto ha permitido comprender por qué no podemos identificar sin reservas la sal con el cuerpo... sólo se puede decir, para ser más exactos, que el cuerpo corresponde a la sal en cierto aspecto o en una aplicación particular del ternario alquímico.
En otra aplicación limitada, lo que corresponde a la sal es la individualidad entera; entonces el azufre sigue siendo el principio interno del ser y el mercurio es el ambiente sutil de un determinado mundo o estado de existencia; la individualidad (suponiendo naturalmente que se trata de un estado de manifestación formal, como el estado humano) es la resultante del encuentro "filosófico" del principio interno con el ambiente. Entonces el azufre es comparable con el rayo luminoso, el mercurio con su plano de reflexión y la sal es el producto del primero con el segundo.
El primero es considerado como un principio activo o masculino, el segundo como un principio pasivo o femenino; en cuanto a la sal, es neutra en cierto modo, como corresponde al producto de los dos complementarios, en el cual se equilibran las tendencias inversas inherentes a sus naturalezas respectivas.
AZUFRE = ACTIVIDAD
Se puede decir que el azufre, cuyo carácter activo hace que se le asimile al de la actividad interna, que se considera que se irradia a partir del centro mismo del ser. En el hombre, o por semejanza con éste, tal fuerza interna suele identificarse en cierta forma con el poder de la voluntad; esto, por otra parte, sólo es exacto a condición de entender la voluntad en un sentido mucho más profundo que en el sentido psicológico corriente, y de análoga manera a aquella en que se puede hablar, por ejemplo, de "voluntad divina", o según la terminología extremo-oriental, la "voluntad del cielo", puesto que su origen es propiamente central, mientras que todo cuanto la psicología considera es simplemente periférico" y no corresponde sino a modificaciones superficiales del ser.
Además si mencionamos aquí la "voluntad de cielo" es a propósito, pues el azufre, por su interioridad pertenece a la categoría de las influencias celestiales; y en lo que concierne a su identificación con la voluntad, se puede decir que, si bien no es verdaderamente aplicable al caso del hombre corriente (que la psicología toma exclusivamente como objeto de estudio), está plenamente justificada, por el contrario, en el hombre verdadero, que se sitúa en el centro del todo y cuya voluntad como consecuencia, está necesariamente unida a la "voluntad del cielo".
MERCURIO = PASIVIDAD
En cuanto al mercurio, su pasividad le hace ser considerado como principio húmedo, y se considera que reacciona desde el exterior, de suerte que en este aspecto desempeña el papel de fuerza centrípeta y comprensiva, que se opone a la acción centrifuga y expansiva del azufre y en cierta manera la limita. Por todos estos caracteres respectivamente complementarios: actividad y pasividad; interioridad y exterioridad; expansión y comprensión, en relación al lenguaje extremo-oriental, el azufre es yang y el mercurio yin; y que, si al primero se lo relaciona con el orden de las influencias celestiales, al segundo se lo ha de relacionar con el de las influencias terrenales. No obstante, hay que fijarse bien que en el mercurio no se sitúa en la esfera corporal, sino en la esfera sutil o "anímica"; en razón de su exterioridad, se puede considerar que representa el "ambiente", debiendo concebirse este último como el constituido por el conjunto de las corrientes de la doble fuerza cósmica.
INFLUENCIAS OPUESTAS
De la acción interior del azufre y la reacción exterior del mercurio resulta una especie de cristalización que determina un límite común al interior y exterior, o una zona neutra en la que se encuentran y se estabilizan las influencias opuestas que proceden respectivamente de uno y otro; el producto de esa cristalización es la sal que se representa por el cubo, en cuanto éste es a la vez el tipo de la forma cristalina y el símbolo de la estabilidad.
Precisamente porque, en cuanto a la manifestación individual de un ser, señala la separación del interior y el exterior, este tercer término constituye para ese ser como una envoltura por la que a la vez está en contacto con el ambiente en cierto aspecto y aislado de éste en otro aspecto; en esto corresponde al cuerpo, que efectivamente desempeña este papel "terminante" en un caso como el de la individualidad humana.
RELACIÓN ESPÍRITU Y ALMA
Por otra parte es evidente la relación del azufre con el espíritu y del mercurio con el alma; y la sal en cuanto es, no diremos idéntica pero al menos comparable con el cuerpo, ocupa la misma posición extrema que al ámbito de la manifestación grosera; pero, en otro aspecto, la situación respectiva de estos dos términos aparece como inversa de aquella, es decir la sal se convierte en término medio.
Este último punto de vista es el más característico de la concepción específicamente hermética del ternario que se trata, a causa del papel simétrico que da al azufre y mercurio: la sal es entonces intermedia entre ellos, en primer lugar porque es como un resultante, y luego se sitúa en el propio límite de los dos ámbitos "interior" y "exterior" a los que respectivamente corresponden; es "terminante" en este sentido, podríamos decir, aún más que con respecto al proceso de la manifestación, aunque en realidad lo sea a la vez en ambas formas.
Esto ha permitido comprender por qué no podemos identificar sin reservas la sal con el cuerpo... sólo se puede decir, para ser más exactos, que el cuerpo corresponde a la sal en cierto aspecto o en una aplicación particular del ternario alquímico.
En otra aplicación limitada, lo que corresponde a la sal es la individualidad entera; entonces el azufre sigue siendo el principio interno del ser y el mercurio es el ambiente sutil de un determinado mundo o estado de existencia; la individualidad (suponiendo naturalmente que se trata de un estado de manifestación formal, como el estado humano) es la resultante del encuentro "filosófico" del principio interno con el ambiente. Entonces el azufre es comparable con el rayo luminoso, el mercurio con su plano de reflexión y la sal es el producto del primero con el segundo.