sábado, 18 de julio de 2009

El Viento La lleva...

"...La plata también se forma a partir de este vapor, allí donde éste abunda en pureza, pero mezclado con un menor grado de azufre y no suficientemente madurado. También se encuentra en cantidad en el estaño, o el llamado Júpiter, aunque en menor grado de pureza. En Marte, o el hierro, se halla impuro en una menor proporción, y mezclado con un azufre adusto.
De todo ello parece deducirse que la Materia Primera de los metales es una sola cosa, y no varias, homogénea, pero alterada por la diversidad de lugares y azufres con los que se combina. Los filósofos describen frecuentemente esta materia. Sendivogius la llama el agua celeste, la que no humedece las manos, un agua no vulgar que es casi como el agua de lluvia. Hermes la describe expresando así su naturaleza vaporosa.
Cuando llama al sol su padre y a la luna su madre, quiere decir que ella se produce por la acción del calor sobre la humedad. Cuando dice que el viento la lleva en su vientre, solamente quiere decir es que el aire es su receptáculo. Cuando afirma que lo inferior es como lo superior, nos enseña que es el mismo vapor de la superficie de la tierra el que proporciona la materia de la lluvia y el rocío de los que se nutren tanto el reino vegetal como el animal. Esto es lo que hoy los filósofos llaman su Mercurio y afirman que se encuentra en todas las cosas, lo que de hecho es así..."

miércoles, 15 de julio de 2009

Luzbelita

viernes, 10 de julio de 2009

Leibnitz: sobre las Mónadas



Gottfried Wilhelm Freiherr von LEIBNITZ, sostenía que hablar de partículas indivisibles no tiene sentido, ya que todo lo extenso es divisible in infinitum. No siendo la realidad última res extensa, ha de ser res cogitans, realidad anímica. La realidad es metafísica y la extensión y el movimiento no son sino manifestaciones suyas (fenómenos). El fondo último de la realidad es inespacial, inextenso y, por tanto, simple, indivisible e inmaterial; es energía capaz de autodesarrollar sus potencialidades. La concepción que Leibnitz tiene de la substancia se asemeja a propósito a la "forma sustancial" aristotélica. Llama "mónadas" a estos infinitos centros de energía. “Las mónadas o substancias simples son las únicas substancias verdaderas y las cosas materiales no son más que fenómenos, aunque bien fundados y coordinados.”
Leibnitz no sólo habla de la mónada en cuanto átomo o elemento indivisible y último, sino también en cuanto totalidad. Cada mónada es un espejo de la totalidad, tiene en sí la representación de todo el Universo. Además, hay mónadas que dominan a grupos de mónadas inferiores, como es el caso de las almas de los seres vivos. Estas mónadas dan unidad al conjunto.
Las mónadas, siendo absolutamente simples, no pueden descomponerse en partes y, por tanto, no pueden perecer. El Ser las crea directamente y sólo Él las puede aniquilar. Por su simplicidad, su acción es espontánea, no proviene de la causalidad sino de la finalidad. Cada mónada representa al Universo entero, aunque no necesariamente de un modo consciente (llama "apercepción" a la percepción consciente y "percepción simple" a la percepción inconsciente). La aparente interacción de las substancias entre sí se debe a la "armonía preestablecida por lo Deífico al crear", por lo que cuando cada mónada obra espontáneamente lo hace en armonía total con las demás…