viernes, 20 de junio de 2008

"Yo" observante

A menos que el trabajo no se establezca en un individuo por medio del "Yo" observante, nada puede cambiar en él. El "Yo" observante es más interior que la vida como sentido. El establecimiento del "Yo" observante estriba en hacer que algo sea más interior en el indivíduo, de modo que pueda observar lo que es más exterior en él (exterior en el sentido de sus impulsos, sensaciones, voluntades, sus yoes inferiores). A menos que se establezca este "Yo" observante, a menos que un individuo comience este acto interior de horadar las regiones superiores, nada puede cambiar en él. Sigue siendo la misma persona, que se imagina que hace esto o aquello cuando en realidad sigue sonámbula como una marioneta.
Es preciso practicar el recuerdo de sí por lo menos una vez por día, y hacerlo de buen grado, por sí mismos.
La primera señal de que se está haciendo correctamente es que siente distinta­mente que una fuerza está entrando en usted, como si algo se hubiera abierto en la conciencia. En cuanto lo sienta, deténgase. Es preciso que se detenga instantá­neamente, y olvidarse de todo.
Otra forma de recuerdo de sí es llamada la "detención interior" en uno mismo. Esto se hace en relación con la observación de sí. Por ejemplo, observa que está empezando a hablar de un modo mecánico, o que siente ira o placer, etc. Entonces hace una "detención interior", como se la llama, pero esto es preciso hacerlo de un modo completo, como si se cortase algo. No tiene importancia si después las cosas que trata de detener regresan. En definitiva, se trata de situarse en una perspectiva “superior” para contemplar lo que está sucediendo, y al hacer esto, poco a poco se va generando inevitablemente una hendidura en lo “superior”. Desde ahí arriba, aunque solo sea un poco más arriba de lo habitual, pueden ser respirados éteres más finos y potentes…

Se siente un anhelo indefinible y abstracto de libertad mucho más allá de los parámetros “humanos”, ese esun buen Hilo de Ariadna.

domingo, 1 de junio de 2008

Extracto de: ¿Cómo se adquiere el conocimiento de los mundos superiores? del DR. RUDOLF STEINER

PROBACIÓN

La Probación consiste en un cultivo bien definido de la vida afectiva y mental, mediante el cual los cuerpos anímico y espiritual quedaran dotados de sentidos y órganos superiores de actividad, de la misma manera que las fuerzas de la naturaleza proveen al cuerpo físico de órganos plasmados de la informe materia viva.

Para empezar hay que dirigir la atención del alma sobre ciertos procesos del mundo que nos circunda. Tales procesos son, por una parte, los de la vida que germina, crece y florece, y por la otra, los fenómenos relacionados con el marchitamiento, la decadencia y la muerte. Por todas partes estos procesos se presentan simultáneamente a la mirada del hombre y evocan naturalmente en él en toda ocasión sentimientos y pensamien­tos. Sin embargo, en circunstancias ordinarias, él no se entrega suficientemente a esos sentimientos y pensamientos, pasa con demasiada rapidez de una impresión a otra, en lugar de fijar su atención, intensa y conscientemente sobre tales fenómenos. Dondequiera que el discípulo encuentre una forma bien determinada del crecer y florecer, apartara de su alma toda otra imagen y se abandonara, durante corto tiempo, exclusivamente a esta sola impresión. Pronto comprobara que un sentimiento que antes se deslizaba rápidamente a través de su alma, ahora se expande, asumiendo una forma potente y vigorosa. Dejara que esa nueva forma de sentimiento reverbere sosegadamente en él, aquietando por completo su vida interior. Se abstraerá del mundo exterior para vibrar únicamente con lo que su alma exprese ante los fenómenos de este crecer y florecer.

No deben esperarse resaltados favorables si los sentidos se hallan torpes con respecto al mundo. Primero contémplense los objetos con tanta intensidad y nitidez como sea posible; luego déjese que el sentimiento que surge en el alma, el pensamiento que brota del interior, se apodera del discípulo. Lo que importa es saber dirigir la atención hacia ambos fenómenos con perfecto equilibrio interior. Si se logra la calma necesaria y uno se abandona a lo que emerge del alma, al cabo de cierto tiempo se tendrá la experiencia de observar que brotan del alma un nuevo género de sentimientos y pensamientos antes desconocidos. Cuanto más a menudo se preste atención sobre algo en proceso de crecimiento, de floración y de expansión y, alternativamente, sobre algo que se marchita y muere, tanto más vividos se tornarán estos sentimientos. Y, del mismo modo que se forman los ojos y los oídos del cuerpo físico de la materia viva bajo la acción de las fuerzas naturales, asi van formándose los órganos de la clarividencia a partir de los sentimientos y pensamientos así engendrados. Los procesos del crecimiento y de expansión dan lugar a un tipo de sentimiento bien determinado, mientras que otro tipo, no menos preciso, surge en presencia del marchitamiento y de la desintegración; pero esto sólo ocurre si el cultivo de esos sentimientos se lleva a cabo con arreglo a las instrucciones que preceden. Es posible describir, de un modo aproximado, la naturaleza de esos sentimientos, y su concepción plena está al alcance de todo aquel que personalmente viva estas experiencias interiores. Aquel que frecuentemente haya dirigido su atención hacia los fenómenos ¿el crecimiento, de la floración y del devenir, recibirá una sensación remotamente semejante a la que produce la salida del sol, en tanto que los fenómenos de decadencia y marchites darán origen a una sensación que, del mismo modo, es comparable al lento ascenso de la luna sobre el horizonte. Estos dos sentimientos son dos fuerzas que, debidamente cultivadas e intensificadas, conducen a los más significativos efectos espirituales, así como abren un mundo nuevo al estudiante que metódica y deliberadamente se abandona a ellas: el mundo anímico, el llamado plano astral, que comienza a alborear ante él. El crecimiento y la descomposición dejan de ser fenómenos que produzcan las indefinidas impresiones de antaño; se torna en líneas y figuras espirituales cuya existencia no había pechado antes y cuya forma diferenciada depende de los d rentes fenómenos. Una flor que se abre, un animal que ere o un árbol que se seca, evocan en su alma líneas bien determinadas. El mundo anímico, o plano astral, se desenvuelven lentamente ante el discípulo. No hay arbitrariedad en sus líneas y figuras. Dos discípulos que hayan llegando al correspondiente grado de desarrollo espiritual observaran siempre las mismas líneas y figuras en relación con el mismo fenómeno. Asi dos personas de vista normal ven redonda una mesa redonda y no una de ellas la ve redonda y la otra cuadrada, del mismo modo se presenta a dos almas la misma figura espiritual contemplar una flor abierta. Del mismo modo que la historia natural describe las formas de las plantas y de los animal asi tambien el conocedor de la ciencia oculta describe o dibuja las formas espirituales de los procesos del crecimiento y de desintegración, clasificándolas por géneros y especies.

Cuando el discípulo este ya bastante avanzado para ve las formas espirituales de los fenómenos perceptibles a su ojo físico, no estará muy lejos del momento en que ya pueda observar lo que no tiene existencia física y que, por tanto, permanece totalmente oculto para aquel que no ha sido instruida en la ciencia espiritual.

Sin embargo, es necesario insistir en que el investigador espiritual no debe perderse en reflexiones acerca de lo que significa una u otra cosa, aspecto intelectual que lo desvían del recto camino. El discípulo debe contemplar el mundo externo con sentidos despiertos y sanos y con perspicacia, y entregarse después al sentimiento que en el se suscita. No debe tratar de deducir por medio de especulaciones intelectuales el significado de las cosas; ellas mismas deben descubrírselo.1